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Casa Julián comenzó siendo una frutería un poco especial. Julián regalaba medias de cristal por la compra de dos bolsas de naranjas y también ofrecía, junto al establecimiento, bocadillos de jamón con vermut, los domingos que había baile en el prado pequeño. Su gusto por los asados comenzó gracias a un amigo que hizo las Américas y le presentó los asados argentinos. Desde entonces, Julián comenzó a investigar y a realizar pruebas hasta conseguir la parrilla inclinada y de varillas que podemos encontrar, hoy en día, en los mejores asadores de carne. En su interés por conseguir la mejor carne a la parrilla, organizaba Jornadas de Discusión, punto de encuentro de cirujanos y médicos de la zona, donde debatían cuál era el mejor corte y cómo debía realizarse.
Tal era el éxito, que acabó montando en 1954 el asador Casa Julián. Poco a poco fueron cogiendo fama sus pimientos de piquillo, que en su tierra casi no se comercializaban y sólo se utilizaban para comer en casa. Debido a dicho éxito, el resto de los asadores los fueron incorporando en su carta, siendo los de Casa Julián reconocidos como los más exquisitos, siéndole otorgados innumerables premios por su especial forma de elaboración. Todo esto, unido a la gran calidad del chuletón y de sus espectaculares espárragos, hacen que este asador, con sólo cinco o seis platos, siga en primera línea gastronómica.
En la década de los sesenta, coincidiendo con el proceso de mecanización del campo, Julián Rivas y Ramón Goya, carnicero de Tolosa, reemplazaron la chuleta de ternera por la hasta entonces desconocida carne de buey, convirtiéndose en el primer asador de chuleta de este tipo.